El sachet consiste en un sobre pequeño y descartable, que se cierra herméticamente. Así, el producto del interior (que puede ser pastoso, líquido, en polvo, granulado o sólido) queda protegido por completo.
A pesar de que es muy versátil en cuanto al tipo de producto que puede contener, es especialmente indicado para los líquidos.
La característica que lo diferencia es que se encuentra diseñado para envasados pequeños -llamados monodosis– por lo que asegura un estándar de higiene total.
Algunos de los sachets más comunes son las muestras de productos cosméticos, los detergentes para lavadora y lavavajillas, entre otros. También se emplea en el campo de la alimentación (sobres de ketchup, azúcar).
Debe su nombre a una adaptación de la palabra francesa para bolsita o saquito.
Entre sus características positivas, se destacan: